La inteligencia es un concepto multifacético que, en términos generales, se refiere a la capacidad que tenemos los humanos para adquirir y aplicar conocimientos y habilidades, siendo clave en la interacción humana con la realidad.
Las capacidades fundamentales de los seres inteligentes son:
- Razonamiento: La habilidad para pensar de manera lógica, resolver problemas y tomar decisiones. Esto incluye el razonamiento deductivo (de lo general a lo particular) e inductivo (de lo particular a lo general).
- Aprendizaje: La capacidad de adquirir nueva información, comprenderla y recordarla. Esto abarca desde el aprendizaje simple por repetición hasta el aprendizaje complejo a través de la experiencia y la observación.
- Resolución de problemas: La aptitud para identificar un problema, analizar sus componentes, desarrollar estrategias y ejecutar soluciones.
- Adaptación: La habilidad para ajustarse a nuevas situaciones, entornos o desafíos, modificando el comportamiento o el pensamiento según sea necesario.
- Creatividad: La capacidad de generar ideas originales, innovadoras y útiles, pensando de manera divergente y explorando nuevas posibilidades.
- Memoria: La facultad de almacenar, retener y recuperar información y experiencias pasadas.
- Lenguaje: La habilidad para comprender, producir y usar el lenguaje, ya sea hablado, escrito o gestual, para comunicarse y expresar ideas.
Es fundamental destacar que la inteligencia no es una cualidad única y monolítica.
Diversas teorías han considerado la existencia de múltiples tipos de inteligencia, siendo los autores más sobresalientes, los siguientes:
1. Alfred Binet fue pionero de la medición de la Inteligencia y junto a su colega Simon desarrolló la primera escala métrica de inteligencia, a principios del siglo XX. Su objetivo no era medir una inteligencia innata, sino identificar a los niños que necesitaban apoyo educativo adicional. Su mayor aportación fue la creación del concepto de edad mental, que comparaba el rendimiento de un niño con el rendimiento promedio de niños de diferentes edades.
2. Charles Spearman propuso la teoría bifactorial de la inteligencia. La existencia de un factor o inteligencia general, que representaba una capacidad mental general subyacente a todas las actividades intelectuales. Además, reconoció la existencia de factores o habilidades específicas para tareas concretas, como la habilidad verbal o la habilidad numérica.
3. Louis Thurstone se opuso a la idea de Spearman y propuso la existencia de siete aptitudes mentales primarias, relativamente independientes entre sí: la comprensión verbal, fluidez verbal, aptitud numérica, aptitud espacial, memoria asociativa, velocidad perceptual y el razonamiento.
4. Raymond Cattell, a mediados del siglo XX habló de la inteligencia fluida y la cristalizada, que pueden cambiar a lo largo de la vida. Inteligencia Fluida, se refiere a la capacidad de razonar y resolver problemas nuevos, abstractos y complejos, independientemente del conocimiento adquirido. Está más relacionada con las habilidades innatas y la neurofisiología, y tiende a disminuir con la edad. Inteligencia Cristalizada, representa el conocimiento adquirido, la experiencia, el vocabulario y las habilidades culturales. Aumenta con la edad y la experiencia.
5. Jean Piaget se centró en el desarrollo de la inteligencia a lo largo de la infancia, viéndola como un proceso de adaptación activa al ambiente. Propuso que los niños construyen su comprensión del mundo a través de etapas cualitativamente diferentes, a través de la interacción con el entorno sensoriomotriz (de 0 a 2 años): aprendemos a través de los sentidos y la acción. Preoperacional (de 2 a7 años), desarrollamos el lenguaje y el pensamiento simbólico. Operaciones Concretas (de 7 a 11 años), pensamiento lógico sobre eventos concretos. Operaciones Formales (a partir de 11 años), capacidad para el pensamiento abstracto y el razonamiento hipotético-deductivo.
6. Howard Gardner, autor todavía vivo, bautizó una de la teorías más importantes sobre la inteligencia: La Teoría de las Inteligencias Múltiples propuso que la inteligencia no es una capacidad unitaria, sino un conjunto de inteligencias múltiples e independientes. Inicialmente identificó ocho tipos de inteligencia, y ha sugerido una posible novena:
- Lingüística: Habilidad con las palabras y el lenguaje.
- Lógico-Matemática: Habilidad para el razonamiento y la resolución de problemas numéricos.
- Espacial: Habilidad para percibir y manipular objetos en el espacio.
- Musical: Habilidad para la música, el ritmo y la melodía.
- Corporal-Kinestésica: Habilidad para el control del propio cuerpo y la manipulación de
- objetos.
- Intrapersonal: Autoconocimiento y comprensión de las propias emociones.
- Interpersonal: Habilidad para entender y relacionarse con los demás (empatía).
- Naturalista: Habilidad para reconocer y clasificar elementos del mundo natural.
- Existencial: Capacidad para reflexionar sobre las grandes preguntas de la vida y el significado…¿de dónde venimos, quiénes, somos, adónde vamos?
Gardner ha desafiado la concepción tradicional de la inteligencia medida por el CI, promoviendo una visión más amplia y equitativa de las capacidades humanas, con gran impacto en la educación. No es cuán inteligente eres, sino cómo eres inteligente.
7. Robert Sternberg, también vivo en la actualidad, propone una teoría triárquica de la inteligencia exitosa, que se define como la capacidad de alcanzar los propios objetivos significativos en la vida, adaptándose, dando forma y seleccionando los entornos:
- Inteligencia analítica o la inteligencia académica tradicional.
- Inteligencia creativa, la capacidad de generar ideas nuevas y originales, así como de manejar la novedad y automatizar procesos.
- Inteligencia práctica o lo que a menudo llamamos inteligencia callejera.
8. Daniel Goleman, autor ya citado en el podcast de las emociones, propone otra teoría muy moderna: La Inteligencia Emocional, aunque el término original no fue suyo, fue acuñado por Salovey y Mayer.
La inteligencia emocional se refiere a la capacidad de reconocer, comprender y gestionar las propias emociones, así como de percibir, comprender e influir en las emociones de los demás. Se desglosa en cinco componentes principales:
- Autoconocimiento emocional: Reconocer las propias emociones.
- Autorregulación emocional: Gestionar las propias emociones.
- Motivación: Dirigir las emociones hacia el logro de metas.
- Empatía: Comprender las emociones de los demás.
- Habilidades sociales: Manejar las relaciones con los demás de manera efectiva.
Goleman, puso de manifiesto la importancia de las habilidades emocionales y sociales para el éxito en la vida, más allá de la inteligencia cognitiva tradicional.
En relación con la medición de la inteligencia, se han utilizado habitualmente pruebas de Coeficiente Intelectual (CI). Sin embargo, estas pruebas se centran principalmente en las habilidades lógico-matemáticas y lingüísticas, y no reflejan la totalidad de las capacidades intelectuales de una persona.
La visión moderna de la inteligencia reconoce la importancia de una gama más amplia de habilidades y contextos. Y parece que el cociente intelectual no es suficiente para alcanzar un éxito significativo, pues más bien depende de otros factores como las habilidades para encontrar soluciones prácticas a los problemas del día a día, la creatividad o la capacidad de gestionar las emociones propias y ajenas. En definitiva, los logros extraordinarios obedecen menos al talento que a la oportunidad.
Ya decía el premio Nobel Albert Einstein: la verdadera señal de inteligencia no es el conocimiento, sino la imaginación.
O el gran Stephen Hawking, que: la inteligencia es la habilidad de adaptarse al cambio.
¿La inteligencia se hereda o se debe a los factores ambientales?
Esta es la famosa polémica herencia-ambiente, también conocida como el debate nature vs. nurture, en inglés) es una de las discusiones más antiguas y fundamentales en psicología, especialmente en el estudio de la inteligencia. Se centra en la pregunta de cuánto de nuestra inteligencia está determinada por nuestros genes (herencia) y cuánto por nuestro entorno y experiencias (ambiente).
Los defensores de la postura genética argumentan que la inteligencia es principalmente una capacidad innata, predeterminada por la genética que heredamos de nuestros padres. Se basan en la idea de que nacemos con un cierto potencial intelectual que está codificado en nuestro ADN.
Y si esto fuera así, entonces los gemelos idénticos (que comparten el 100% de sus genes) tendrían CI muy similares, incluso creciendo en entornos diferentes.
Por otro lado, quienes enfatizan el papel del ambiente sostienen que la inteligencia se moldea y desarrolla principalmente a través de la experiencia, la educación, la nutrición, el entorno familiar, las interacciones sociales y las oportunidades de aprendizaje. Si la inteligencia fuera puramente ambiental, entonces un entorno enriquecido y estimulante conduciría a un mayor desarrollo intelectual, independientemente de la predisposición genética.
Hoy en día, la mayoría de los científicos y psicólogos están de acuerdo en que la polémica no es una cuestión de o esto o aquello (herencia o ambiente), sino de esto y aquello (herencia y ambiente).
La inteligencia es el resultado de una interacción compleja y dinámica entre factores genéticos y ambientales.
Los genes no actúan de forma aislada, y el ambiente no influye en una tabula rasa. Los genes pueden influir en cómo las personas responden a su entorno, y el entorno puede activar o desactivar ciertos genes. Por ejemplo, un niño con una predisposición genética a una mayor inteligencia podría buscar activamente entornos más estimulantes (como leer más, participar en debates, etc.), lo que
a su vez potenciaría su desarrollo intelectual.
La heredabilidad de la inteligencia o ese porcentaje de la variación de la inteligencia en una población que se atribuye a diferencias genéticas, se estima entre el 40% y el 80%, dependiendo de la edad y la población. Sin embargo, es crucial entender que: una heredabilidad del 60% no significa que el 60% de la inteligencia de una persona sea genética y el 40% ambiental. Significa que el 60% de las diferencias en la inteligencia entre las personas en una población pueden explicarse por diferencias genéticas.
La influencia genética tiende a aumentar con la edad. En la primera infancia, el ambiente compartido (familia, escuela) tiene una influencia más significativa, mientras que en la adultez, la influencia genética se hace más pronunciada, posiblemente porque los individuos buscan y crean entornos que se alinean con sus predisposiciones genéticas.
En entornos muy empobrecidos o poco estimulantes, la influencia genética puede ser menor, ya que las oportunidades ambientales limitan el pleno desarrollo del potencial genético.
Incluso si hay una base genética, el ambiente juega un papel vital en cómo se expresa ese potencial.
Veamos algunos factores ambientales influyentes en la inteligencia humana:
1. Nutrición: Una nutrición adecuada en las primeras etapas de la vida es clave para el desarrollo cerebral.
2. Estimulación temprana: Acceso a juguetes, libros, conversaciones, y experiencias que promuevan la curiosidad y el aprendizaje.
3. Educación: La calidad de la escuela, la interacción con maestros y compañeros, y el acceso a recursos educativos.
4. Entorno familiar: Un ambiente familiar que fomente el aprendizaje, la exploración y el apoyo emocional.
5. Salud: Diversas enfermedades, exposiciones a toxinas o traumas, pueden afectar el desarrollo cognitivo.
Y todo esto se explica con el llamado Efecto Flynn, es decir, que el aumento sostenido en las puntuaciones de CI observadas en muchas partes del mundo a lo largo del siglo XX es un claro ejemplo del impacto ambiental, ya que los cambios genéticos a esta escala son demasiado lentos para explicarlo.
Para desentrañar la interacción herencia-ambiente, los investigadores utilizan principalmente:
Estudios con gemelos, comparando la similitud intelectual entre gemelos idénticos (misma genética) y estudios con mellizos (50% de genes compartidos), criados juntos o por separado.
Estudios de adopción, comparan la inteligencia de niños adoptados con la de sus padres biológicos (genes compartidos) y sus padres adoptivos (ambiente compartido).
Todo lo anterior del ser humano, pero y los animales, ¿son inteligentes?
La inteligencia animal es un campo fascinante y en constante expansión dentro de la psicología comparada y la etología. Durante mucho tiempo se subestimaron las capacidades cognitivas de los animales, pero la investigación reciente ha revelado una diversidad asombrosa de habilidades.
Las distintas especies que habitan nuestro planeta disponen de dos mecanismos complementarios para resolver la adaptación a su entorno: uno es la programación genética, que les permite desencadenar pautas de conducta complejas, con un alto valor de supervivencia y el otro mecanismo es el aprendizaje, que les permite modificar la conducta ante los cambios ambientales.
Los estudios con animales arrojan estas conclusiones:
- Chimpancés utilizan palos para pescar; termitas y piedras para romper nueces.
- Cuervos, son famosos por fabricar y usar herramientas complejas
- Pulpos, usan cáscaras de coco como refugio móvil o piedras para bloquear entradas.
- Chimpancés pueden resolver problemas de forma repentina, como apilar cajas para alcanzar un plátano.
- Loros, pueden aprender conceptos abstractos como forma, color y número.
- Delfines y Ballenas: Utilizan sistemas de comunicación complejos (clics, silbidos) y muestran capacidad de imitación.
- Las gallinas tienen más de 30 vocalizaciones distintas; y algunas especies pueden repetir palabras y sonidos humanos.
- Abejas: Realizan la danza del meneo para comunicar la ubicación de fuentes de alimento.
- Elefantes: Famosos por su gran memoria (recuerdan rutas de migración y fuentes de agua a largo plazo, y pueden reconocer individuos después de mucho tiempo).
- Ardillas, recuerdan la ubicación de miles de escondites de comida durante meses.
- Y qué decir de los perros, los mejores amigos del hombre, son excepcionalmente buenos en aprender de los humanos y reconocer sus emociones.
Otro campo muy actual es el de la Inteligencia Artificial (IA), que busca crear sistemas y máquinas capaces de realizar tareas que, hasta hace poco, requerían de la inteligencia humana. Esto incluye aprender, razonar, resolver problemas, percibir, comprender el lenguaje y, en algunos casos, manipular objetos.
Fue en 1956 cuando John McCarthy en un congreso de informática propuso el término IA. Los sucesivos desarrollos, hasta nuestros días, han conectado el término con la psicología cognitiva, la lingüística, y la neurofisiología, creando la llamada ciencia cognitiva, que considera la mente como un sistema simbólico. El ser humano y el ordenador, aunque diferentes, comparten la capacidad de procesar y manipular símbolos abstractos.
La IA no es una sola tecnología, sino un paraguas que abarca diversas técnicas, siendo las más conocidas el aprendizaje automático (Machine Learning) y el aprendizaje profundo (Deep Learning), que permiten a los sistemas aprender de grandes volúmenes de datos sin ser programados explícitamente para cada tarea.
Algunos hitos a recordar son: 1950 Alan Turing publica su obra cumbre “Computing Machinery and Inteligence”; en 1997, la máquina Deep Blue, de IBM, vence al gran Kasparov en una partida de ajedrez y en 2000 se comienza la venta de las primeras mascotas robots… hasta hoy con Chap Gpt y otras aplicaciones de IA, en constante desarrollo.
Pero, ¿cuáles son las ventajas y los peligros de la IA?
Algunas de las virtudes de la inteligencia artificial pueden ser:
- Automatización de tareas repetitivas y tediosas: La IA es excelente para realizar trabajos monótonos y de alto volumen con gran precisión. Esto libera a los humanos para tareas más creativas, estratégicas y que requieren empatía o juicio complejo. P.e.: Fabricación, procesamiento de datos, atención al cliente (chatbots).
- Reducción del error humano: Al eliminar la fatiga, el aburrimiento y las limitaciones cognitivas humanas, los sistemas de IA pueden operar con un nivel de precisión mucho mayor en determinadas tareas. P.e.: Diagnóstico médico por imagen, control de calidad en líneas de producción, cálculos financieros.
- Análisis de grandes volúmenes de datos (Big Data): La IA puede procesar y analizar cantidades masivas de información a una velocidad inalcanzable para los humanos, identificando patrones, tendencias y correlaciones que de otra manera pasarían desapercibidas. P.e.: Predicción de mercados, detección de fraudes, personalización de recomendaciones (Netflix, Amazon).
- Toma de decisiones más rápida e informada: Al procesar datos en tiempo real y aplicar algoritmos complejos, la IA puede ofrecer recomendaciones que agilizan la toma de decisiones, mejorando la eficiencia y la efectividad. P.e.: Rutas de entrega optimizadas, gestión de inventario, detección de amenazas de ciberseguridad.
- Disponibilidad 24/7: A diferencia de los humanos, los sistemas de IA pueden trabajar sin descanso, lo que es crucial en servicios que requieren atención continua. P.e.: Atención al cliente automatizada, monitoreo de sistemas críticos.
- Personalización y experiencia del usuario mejorada: La IA puede adaptar productos, servicios y contenidos a las preferencias individuales de los usuarios, creando experiencias más relevantes y satisfactorias. P.e.: Listas de reproducción personalizadas, publicidad dirigida, asistentes virtuales.
- Avances en la salud y la investigación: La IA está revolucionando la medicina, desde el descubrimiento de fármacos hasta el diagnóstico precoz y la medicina personalizada. P.e.: Detección temprana de cáncer, desarrollo de nuevas moléculas, robots quirúrgicos.
- Potenciación de la creatividad humana: Al encargarse de tareas tediosas, la IA puede liberar tiempo para que los humanos se centren en la ideación y la innovación. Incluso puede asistir en procesos creativos, como la generación de ideas o borradores. P.e.: Generación de texto, imágenes o música a partir de indicaciones.
Pero no todo el monte es orégano, he aquí algunas desventajas, defectos o peligros de la inteligencia artificial, a día de hoy:
- Sesgo algorítmico y discriminación: Los sistemas de IA aprenden de los datos con los que son entrenados. Si estos datos reflejan prejuicios o desigualdades históricas (género, raza, nivel socioeconómico), la IA puede perpetuar y amplificar estos sesgos, llevando a decisiones injustas o discriminatorias. P.e. Sistemas de contratación que favorecen ciertos perfiles, algoritmos de reconocimiento facial con menor precisión en ciertos grupos étnicos.
- Pérdida de empleos: La automatización impulsada por la IA puede desplazar a trabajadores de roles rutinarios y repetitivos, generando preocupación sobre el desempleo y la necesidad de una reconversión laboral masiva.
- Falta de empatía y comprensión del Contexto Humano: La IA opera con datos y lógica, careciendo de la capacidad humana para comprender emociones, matices culturales, o situaciones sociales complejas. No tiene conciencia ni sentimientos. P.e. chatbots que no manejan bien situaciones de crisis emocionales y no comprenden el sarcasmo o la ironía.
- Problemas de privacidad y seguridad de Datos: Para funcionar, la IA requiere acceso a grandes cantidades de datos, a menudo personales. Esto plantea riesgos significativos si estos datos no se gestionan de forma segura y ética, o si son vulnerables a ciberataques.
- Opacidad y falta de transparencia (Caja Negra): Muchos algoritmos avanzados de IA, especialmente los de aprendizaje profundo, son tan complejos que incluso sus creadores pueden tener dificultades para entender cómo llegan a ciertas decisiones. Esto dificulta la auditoría, la depuración y la atribución de responsabilidades.
- Dependencia tecnológica y fallos críticos: La creciente dependencia de la IA en sistemas vitales (infraestructura, defensa, salud) significa que un fallo en estos sistemas podría tener consecuencias catastróficas.
- Coste elevado y necesidad de especialización: Desarrollar, implementar y mantener sistemas de IA robustos y eficientes requiere una inversión significativa de recursos y de personal altamente cualificado, lo que puede limitar su acceso a organizaciones con menos recursos.
- Dilemas éticos y responsabilidad: ¿quién es responsable cuando un sistema de IA comete un error grave o causa daño? (Por ejemplo, un coche autónomo en un accidente). La creación de IA autónoma plantea complejos desafíos éticos y legales sobre la responsabilidad y el control.
- Vulnerabilidad a ataques maliciosos: La IA puede ser utilizada para fines maliciosos, como la creación de deepfakes, la difusión de desinformación a gran escala, o el diseño de ciberataques más sofisticados.
Es decir, que nos encontramos como cuando se inventó la bomba de neutrones, pues se puede utilizar ese descubrimiento para hacer la bomba atómica o para curar el cáncer.
Y ¿la inteligencia influye en la felicidad?
Pues, ser muy inteligente no garantiza la felicidad, y aquí hay varios puntos a considerar:
1. Las personas altamente inteligentes a veces pueden ser más propensas a la rumiación, a analizar excesivamente las situaciones y a tener expectativas más altas de sí mismas y de los demás, lo que puede llevar a la frustración o el aislamiento.
2. O los famosos niños savant. El síndrome de savant o síndrome del sabio es una patología extraña en la que las personas con discapacidad en su desarrollo, lesiones o enfermedades cerebrales presentan «islas» espectaculares de habilidad o habilidades de forma extraordinaria, creando una discordancia entre la discapacidad y la «super habilidad”. Son expertos espaciales, o en arte, cálculos, mecánica e incluso memorizando datos o fotografías.
3. También, en algunos casos, las personas muy inteligentes pueden sentirse incomprendidas o tener dificultades para conectar con los demás a un nivel profundo, lo que podría llevar a sentimientos de soledad.
Queda claro que la forma en que se utiliza la inteligencia es más determinante que su mera posesión. Una alta capacidad intelectual puede ser una herramienta poderosa para construir una vida plena, pero no lo es todo. La felicidad es un concepto multidimensional influenciado en un alto porcentaje, por una amplia gama de factores más allá del coeficiente intelectual, como la salud física y mental, las relaciones sociales, el propósito en la vida, la autoaceptación, la resiliencia y la capacidad de gestionar las emociones.
En última instancia, el futuro de la inteligencia no se define por lo que medimos hoy, sino por cómo cultivamos y valoramos cada forma de habilidad humana.
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