En un lugar cercano vivían, no hace mucho tiempo, dos mentes hermanas. La mayor se llamaba Ociosa Mente y era muy inquieta, siempre estaba haciendo cosas pero sin criterio, le gustaba llamar mucho la atención, perderse en laberintos, desconectar de su realidad y descentrarse de modo habitual.
La
otra, la pequeña era más calmada, más reposada y se llamaba Clara Mente.
Ésta se daba más cuenta de lo que pasaba
a su alrededor y también, en cierta
manera, del pequeño problema que tenía su hermana mayor, que no podía pararse
quieta por el hervidero que tenía en su cabeza.
Clara Mente reconocía que el impuso en cierta
manera frenético de su hermana Ociosa Mente, la apartaba muchas veces de
valorar y apreciar más el presente, al estar siempre en otra cosa excepto
prestando atención plena a lo que estuviera haciendo.
Ociosa Mente, le preguntó en cierta ocasión a
Clara Mente: ¿cómo haces para descansar?, porque yo tengo la cabeza que parece
que llevo más gente de la que he invitado, y están siempre como corriendo de un
lado a otro. Me he dado cuenta que parece que no llego nunca a atrapar el
tiempo, que mi cabecita tiene vida
propia y no la puedo controlar como yo quisiera. Me das envidia, al verte la
mayoría de veces, tan serena, atenta y alegre, como si supieras algo que
desconozco, un secreto que te da esa calma y claridad que a mí me falta.
Clara Mente le contestó: querida
hermana, ahora que lo comentas, te explicaré una cosa que me enseñó nuestra
abuela Sabia Mente, y que desde entonces, me ha sido de gran ayuda. Un día, que
estaba yo atribulada, por algo que me pasó y no podía parar de pensar sobre
ello, nuestra querida abuela me contó que tenemos un refugio en el interior, dónde
podemos acudir. Me explicó, a continuación, que respirara, pero que me diera
cuenta de ello; ese era el “truco” que me llevaría al refugio y quería
compartir conmigo. Me dijo que al ir prestando atención a mi respiración, no a
pensar en ella, sino a observar cuerpo y sensaciones a medida que iba
respirando, era como uno emprendía el camino hacia ese refugio interior. La
abuela me avisó de que los pensamientos serían como nubes que iban pasando, y
que uno debía devolver la atención a la respiración, eso era como no salirse
del camino, para no perderse y llegar al refugio.
De
manera sorprendente para mí, continuó Clara Mente, después de practicar el
“truco” por unos minutos, aunque pasaron varias nubes de pensamientos, entre
ellos, los que antes no paraban de revolotear por mi cabeza, sentí como al
verlos pasar y dejarlos atrás, volviendo a sentir mi respiración, llegaba a un
refugio donde experimenté las cosas con mayor claridad. De alguna manera me
encontré más conectada a lo que pasaba a mí alrededor, pero de manera
sorprendente, también era como si hubiera creado un espacio. Y tampoco me sentía
como antes, tan identificada por todo lo que pasaba por mi cabeza. Entendí que
en ese espacio se encontraba mi refugio interior, donde siempre puedo acudir a
descansar de mi propia mente, y en verdad querida hermana, se está tan a gusto
en ese refugio particular que te invito a que lo pruebes.
Se echaron a reír, contentas de haber
compartido esta enseñanza de su abuela, y a partir de ese día Ociosa Mente
empezó a acudir de manera frecuente a ese refugio particular y logró controlar
mejor su atención, aprendió a no identificarse tanto por lo que pasaba por su cabecita,
a disfrutar incluso más de lo que hacía, a hacer menos cosas tal vez, pero a
hacerlas con plena atención.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja aquí tu opinión