Ese viaje iniciático de la vida llamado
adolescencia, donde la revolución impera en todos los sentidos (cuerpo, mente,
valores, contexto, visión del mundo…), demuestra que la historia se repite, con
matices según la época, y que no es ninguna enfermedad porque todos hemos
pasado por ella y hemos sobrevivido
Es verdad que tiene sus
ritmos y que cada persona la vive de una forma distinta, según género, cultura
y personalidad, pero tiene rasgos muy semejantes y comunes en la especie.
Se
puede alargar la metamorfosis hasta la
eternidad, mitificándola y abusando, pues para algunos instalarse en ella tiene
ganancias secundarias; o puede pasar casi desapercibida porque el/la
protagonista no se entera demasiado al no tener consciencia suficiente, ser más responsable por la maduración
precoz o tener un plan, más o menos cierto a seguir.
Uno de los aspectos más significativo en esa
revolución es la consolidación de la autoestima, por lo general baja, aspecto clave de salud mental asociada al
éxito académico y vital. Las áreas más afectadas en ese vaivén tienen que ver
con la aceptación por el grupo de iguales, la evaluación como estudiante y
persona, el sentimiento de pertenencia a una familia y la imagen personal.
Teniendo las relaciones, en su mayor parte, un componente de aire emocional y a
veces de conflicto.
Los
padres, con nuestros peculiares estilos de crianza, tenemos mucho que
hacer en la gestión de las emociones de
nuestros adolescentes y mucho que negociar con la táctica “yo gano, tú ganas”. Quizás
tendremos que abonarnos al poder del silencio, a la empatía sin juicio, a la
palabra adecuada, al perdón y al amor incondicional a pesar de la que esté
cayendo.
El
malestar, la incomodidad o el mal rollo de tantos problemas no pueden hacernos
perder la calma y para ello tenemos que comunicarnos, desde el corazón, con l@s
hij@s adolescentes, liderando una
estrategia cierta y de consenso, como por ejemplo: diagnosticando el problema desde
sus diferentes puntos de vista y escribirlo, reconocer sus efectos y aclararlo,
diseñar alternativas posibles, aplicarlas y evaluarlas.
Las
tres “erres” también nos pueden servir como tabla de salvación en esa época de “calimeros
incomprendidos”: reconocer el problema, reconstruir la relación y resolverlo
con soluciones creativas, siempre en positivo.
Y
no estaría de más que leyéramos con nuestr@s hij@s adolescentes, para
reflexionar en voz alta, este discurso que hizo Bill Gates - empresario y filántropo estadounidense, cofundador de la empresa de
software Microsoft y uno de
los hombres más ricos del mundo-, cuando acudió al instituto donde había
estudiado, titulado las “Once reglas”
La vida no es justa, acostúmbrate
a ello.
Al mundo no le importará tu
autoestima. El mundo esperará que logres algo, independientemente de que te sientas bien o no
contigo mismo.
No ganarás US$5.000 mensuales
(3800 €) justo después de haber salido
del instituto y no serás un vicepresidente de una empresa con coche de empresa
hasta que hayas terminado el instituto, estudiado y trabajado mucho.
Si piensas que tu profesor es
duro, espera a que tengas un jefe. Ese sí que no tendrá vocación de enseñanza
ni la paciencia requerida.
Dedicarse a voltear hamburguesas
no te quita dignidad. Tus abuelos tenían una palabra diferente para
describirlo: le llamaban oportunidad.
Si metes la pata, no es culpa de
tus padres, así que no lloriquees por tus errores; aprende de ellos.
Antes de que nacieras, tus padres
no eran tan aburridos como son ahora. Ellos empezaron a serlo por pagar tus
cuentas, limpiar tu ropa sucia y escucharte hablar acerca de lo “superguay” que
eres y lo carca que son ellos. Así que antes de emprender tu lucha por las selvas
vírgenes contaminadas por la generación de tus padres, inicia el camino
limpiando las cosas de tu propia vida, empezando por tu habitación, escritorio,
armario y estuche.
En la escuela puede haberse
eliminado la diferencia entre ganadores y perdedores, pero en la vida real no.
En algunas escuelas ya no se pierden años lectivos y te dan las oportunidades
que necesites para encontrar la respuesta correcta en tus exámenes y para que
tus tareas sean cada vez más fáciles. Eso no tiene ninguna semejanza con la
vida real.
La vida no se divide en
semestres. No tendrás vacaciones de verano largas en lugares lejanos y muy
pocos jefes se interesarán en ayudarte a que te encuentres a ti mismo. Todo
esto tendrás que hacerlo en tu tiempo libre.
La televisión no es la vida real.
En la vida cotidiana, la gente de verdad tiene que salir del café de la
película para irse a trabajar.
Sé amable con los
"NERDS" (los más aplicados de tu clase). Existen muchas
probabilidades de que termines trabajando para uno de ellos.
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