martes, 1 de julio de 2014

LA ADOLESCENCIA EN ONCE REGLAS


Ese viaje iniciático de la vida llamado adolescencia, donde la revolución impera en todos los sentidos (cuerpo, mente, valores, contexto, visión del mundo…), demuestra que la historia se repite, con matices según la época, y que no es ninguna enfermedad porque todos hemos pasado por ella y hemos sobrevivido

Es verdad que tiene sus ritmos y que cada persona la vive de una forma distinta, según género, cultura y personalidad, pero tiene rasgos muy semejantes y comunes en la especie. 

Se puede alargar la metamorfosis  hasta la eternidad, mitificándola y abusando, pues para algunos instalarse en ella tiene ganancias secundarias; o puede pasar casi desapercibida porque el/la protagonista no se entera demasiado al no tener consciencia  suficiente, ser más responsable por la maduración precoz o tener un plan, más o menos cierto a seguir.

Uno de los aspectos más significativo en esa revolución es la consolidación de la autoestima,  por lo general baja,  aspecto clave de salud mental asociada al éxito académico y vital. Las áreas más afectadas en ese vaivén tienen que ver con la aceptación por el grupo de iguales, la evaluación como estudiante y persona, el sentimiento de pertenencia a una familia y la imagen personal. Teniendo las relaciones, en su mayor parte, un componente de aire emocional y a veces de conflicto.

Los padres, con nuestros peculiares estilos de crianza, tenemos mucho que hacer  en la gestión de las emociones de nuestros adolescentes y mucho que negociar con la táctica “yo gano, tú ganas”. Quizás tendremos que abonarnos al poder del silencio, a la empatía sin juicio, a la palabra adecuada, al perdón y al amor incondicional a pesar de la que esté cayendo.

El malestar, la incomodidad o el mal rollo de tantos problemas no pueden hacernos perder la calma y para ello tenemos que comunicarnos, desde el corazón, con l@s hij@s adolescentes, liderando  una estrategia cierta y de consenso, como por ejemplo: diagnosticando el problema desde sus diferentes puntos de vista y escribirlo, reconocer sus efectos y aclararlo, diseñar alternativas posibles, aplicarlas y evaluarlas.

Las tres “erres” también nos pueden servir como tabla de salvación en esa época de “calimeros incomprendidos”: reconocer el problema, reconstruir la relación y resolverlo con soluciones creativas, siempre en positivo.

Y no estaría de más que leyéramos con nuestr@s hij@s adolescentes, para reflexionar en voz alta, este discurso que hizo Bill Gates - empresario y filántropo estadounidense, cofundador de la empresa de software Microsoft y uno de los hombres más ricos del mundo-, cuando acudió al instituto donde había estudiado, titulado  las “Once reglas”
           
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La vida no es justa, acostúmbrate a ello.

Al mundo no le importará tu autoestima. El mundo esperará que logres algo, independientemente de que te sientas bien o no contigo mismo.

No ganarás US$5.000 mensuales (3800 €)  justo después de haber salido del instituto y no serás un vicepresidente de una empresa con coche de empresa hasta que hayas terminado el instituto, estudiado y trabajado mucho.

Si piensas que tu profesor es duro, espera a que tengas un jefe. Ese sí que no tendrá vocación de enseñanza ni la paciencia requerida.

Dedicarse a voltear hamburguesas no te quita dignidad. Tus abuelos tenían una palabra diferente para describirlo: le llamaban oportunidad.

Si metes la pata, no es culpa de tus padres, así que no lloriquees por tus errores; aprende de ellos.

Antes de que nacieras, tus padres no eran tan aburridos como son ahora. Ellos empezaron a serlo por pagar tus cuentas, limpiar tu ropa sucia y escucharte hablar acerca de lo “superguay” que eres y lo carca que son ellos. Así que antes de emprender tu lucha por las selvas vírgenes contaminadas por la generación de tus padres, inicia el camino limpiando las cosas de tu propia vida, empezando por tu habitación, escritorio, armario y estuche.

En la escuela puede haberse eliminado la diferencia entre ganadores y perdedores, pero en la vida real no. En algunas escuelas ya no se pierden años lectivos y te dan las oportunidades que necesites para encontrar la respuesta correcta en tus exámenes y para que tus tareas sean cada vez más fáciles. Eso no tiene ninguna semejanza con la vida real.

La vida no se divide en semestres. No tendrás vacaciones de verano largas en lugares lejanos y muy pocos jefes se interesarán en ayudarte a que te encuentres a ti mismo. Todo esto tendrás que hacerlo en tu tiempo libre.

La televisión no es la vida real. En la vida cotidiana, la gente de verdad tiene que salir del café de la película para irse a trabajar.

Sé amable con los "NERDS" (los más aplicados de tu clase). Existen muchas probabilidades de que termines trabajando para uno de ellos.

                                      

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