Mucho se está hablando en los últimos tiempos de la brecha digital y de la brecha social. Pero, ¿a qué aluden realmente estas diferencias, estos boquetes o roturas?, ¿son sólo distancias tecnológicas y de clase social?, ¿estamos preparados para la vida que se avecina con el teletrabajo y la crisis económica derivada de la pandemia global?, ¿saldremos más iguales o más desiguales, perderán siempre los mismos?
Diversas incógnitas son las anteriores y después de esta reflexión seguro que quedarán algunas sin solventar, pues detrás de estos titulares hay realidades, no sólo datos; hay frustraciones y no sólo estadísticas; hay personas, testimonios e historias incluidas en todas las comparativas y modelos que se describan en sus análisis.
La brecha digital no es solo el acceso a internet. También son las habilidades y competencias necesarias para saber usar las nuevas tecnologías. Requiere políticas públicas en el ámbito educativo que garanticen el acceso a la educación y contenidos y metodologías para la alfabetización digital. No son suficientes las inversiones públicas en infraestructuras y adquisición de equipos, programas y aplicaciones. Además,existen determinados colectivos que por circunstancias personales, sociales, económicas o laborales, son especialmente vulnerables a este distanciamiento.
Desigualdad y exclusión social van de la mano en esta sociedad avanzada de la información. La no pertenencia de
personas y grupos sociales a la media, aleja sus oportunidades económicas, sociales, políticas, culturales y laborales, proyectándose en relación con las nuevas tecnologías cuando no se puede acceder por igual.

A pesar de todo, el ser humano se caracteriza por su resiliencia ilimitada. Hemos sufrido hambrunas y guerras; ha habido tiempos de vacas flacas y gordas; hemos pasado por crisis políticas, económicas y catástrofes naturales; y ahí seguimos, con nuestra mochila llena o vacía de pertenencias según la procedencia desde la cuna. Por otro lado la diferencia con los animales estriba en poseer inteligencia o esa capacidad de adaptación a lo que nos toca vivir.
Seguramente nos espera caer varias veces más en precipios sociales y tendremos que levantarnos otras tantas para resugir como el ave fénix, pero ya estamos acostumbrados, queda patente la huella en nuestro código genético y ya es un rasgo evolutivo.
¡Que las brechas te sean leves!
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