lunes, 6 de abril de 2020

LA DISTANCIA CORTA SE ALEJA



Estamos viviendo unos tiempos convulsos. Un virus bautizado con el nombre COVID-19 nos ha hecho la pascua. Llegó de China, más en concreto de la ciudad de Wuhan (provincia de Hubei) en diciembre de 2019 y se está expandiendo por todo el mundo civilizado como la pólvora. A día de hoy en nuestro país hay más de 130.000 positivos y han muerto más de 12.000 personas.
Un nuevo coronavirus sale de la caja de Pandora

Uno de los efectos que anticipan los expertos va a ser la necesidad de que los seres humanos tengamos un distanciamiento físico y social distinto al que manteníamos. Tal es así, que entre las medidas de prevención para evitar la propagación del dichoso virus está el mantener una distancia prudencial (de uno a dos metros) entre las personas.Todos Somos Clientes: Ideas para mejorar la comunicación con el ...


Edward T. Hall, antropólogo estadounidense, en la década de los 60 estudió la influencia de la distribución espacial en las interacciones entre las especies, acuñando el término de proxémica.
'Proxémica, según dicho autor, es el uso que se hace del espacio personal, es decir, el espacio que rodea nuestro cuerpo. Esto permite crear un marco de interacción conforme con las dimensiones espacio-temporales que expresan diversos significados, los cuales responden a un complejo sistema de restricciones sociales, relacionado con el sexo, la edad y la procedencia social y cultural de las personas.


Hay cuatro zonas que tendrán que revisarse a partir de este nuevo orden social preventivo y saludable: La distancia pública de los espacios sociales como calles, aeropuertos o campos de fútbol; la distancia habitual de espacios compartidos en bares, discotecas, cines o conciertos; la distancia de interacción en los centros médicos, supermercados, colegios e institutos; y la distancia corporal e íntima, solo permitida a personas que gozan de gran confianza y de lazos afectivos, infranqueable a su vez para el resto de personas.


El ser humano necesita apego y contacto, generar seguridad y ternura desde el tacto. Diversos experimentos con animales resaltan la importancia de ese sentido. El contacto o la estimulación física (abrazar, tomarse de la mano o masajearse), es fundamental para el bienestar emocional en todas las edades pero especialmente para que los bebés y los mayores sigan conectados a un mundo amable.


Entonces, para que la distancia corta no se aleje y mantegamos los vínculos emocionales que garanticen la especie, a pesar de que tengamos que ceder privacidad a los gestores gubernamentales, la tecnología  y su revolución ya están investigando dentro del campo de la comunicación sensitiva. Tal es así que  se está trabajando,  como profilaxis, en la realidad aumentada; sin guantes, wearables o mandos, pero con gafas especiales, para permitirnos interactuar y sentir.


Se abre un nuevo horizonte para las próximas décadas dónde lo cyborg ya no es ciencia ficción. Desde que aparecieron los teléfonos móviles y todo lo tildado como "inteligente", los sentidos se han ampliado y la llamada propiocepción ya tiene un tinte tecnológico añadido a lo biológico y a lo psicológico. Y con virus o sin ellos, el conocimiento ha dado un salto de gigante para establecer un nuevo orden mundial de interconexión a través de bits, mutaciones y células.


Esperemos que los avances no dejen brechas ni techos y que no generen más desigualdad. De cualquier manera siempre reivindicaremos el  abrazo fraternal como alimento del alma y prueba de cariño frente a cualquier bicho o intermediario.

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