Se está acuñando un nuevo término en la actualidad: la nueva normalidad. Cuando escuché esta secuencia de palabras me vino a la mente lo que me relató en cierta ocasión un paciente de diván.
¿Qué quiere decir realmente la nueva normalidad?
¿Acaso tiene que ver con el estado que nos espera, representando lo novedoso comparado con lo que teníamos?
El paciente, se quejaba con amargura y cierta culpa, de que notaba un vacío interior que no lograba llenar con nada por más que lo intentase. Hacia recuento de su existencia, repasaba lo que tenía, sus posesiones, títulos, relaciones y no veía carencias aparentes. Su familia parecía maravillosa, su pareja y sus hijos lo eran todo. En el trabajo estaba muy bien considerado y a gusto. Sin embargo algo no estaba en su sitio, no lograba saber qué era lo que le pasaba pero no era normal su normalidad.
Parece que a veces nos instalamos en un mar de dudas a causa de no sé sabe muy bien qué. Los pensamientos y las emociones se alborotan y nos hacen descontrolar. Lo de siempre se hace indigesto y queremos renovar personas, vivencias, paisajes y lunas. Nos abruman los mismos lugares, caras y rutinas. Necesitamos cambiar aunque suponga incertidumbre y posibles pérdidas. El movimiento nos salva de la apatía, la velocidad nos evade de la presión que nos ahoga y somete. Precisamos descontextualizar en busca de nuevos escenarios para convencernos de que la normalidad no es lo que nos conviene, aunque precisemos mantener un cierto orden y guión, revisando los recuerdos como fotogramas que nos transportan reeditando lo vivido.
Aunque la nueva normalidad no es lo que perseguía la persona tratada, no le hubiera importado conocerla en sus diferentes matices, a través del ojo de una cerradura, modificando solamente la parte que no le gustara demasiado.
Parece que tenemos ahora esa oportunidad, conocer o construir la nueva normalidad. Es el momento de apostar para cambiar lo que podamos, comprometiéndonos y apostando con lo que queremos por encima de todas las cosas. Es tiempo de darnos cuenta de no empeñarnos en cambiar lo que no podemos. Hay muros infranqueables, lo heredado de nuestros padres, el ADN, nos acompañará mientras vivamos y el temperamento también, lo traemos desde la cuna. Sin embargo nuestro carácter tiene que ver con el aprendizaje y nunca será tarde para amoldarlo, con inteligencia, a lo que nos toque vivir.
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