La memoria no es una entidad unitaria y homogénea porque no hay un lugar concreto del cerebro donde se almacenen los recuerdos, sino que participan diversos sistemas con sus funciones concretas.
Se trata de un proceso psicológico que nos permite codificar, almacenar y recuperar la información. A su vez es indispensansable para poder llevar una vida independiente, percibir, pensar aprender, expresar ideas o conformarnos una identifidad personal.
Y aunque a veces nos
quejemos de lo mala que es nuestra memoria, en realidad es un proceso cognitivo
realmente admirable porque cuando se pierde también perdemos la conciencia.
Somos
lo que somos por la memoria, puesto que aprendemos y recordamos; aproximadamente
un 50 % de cómo somos viene de fábrica y es genética, siendo el otro 50 %
restante consecuencia de la socialización y del aprendizaje.
Últimamente
se habla además de la importancia de la alimentación en nuestra conducta y
salud.
Seguro que has escuchado la frase: somos los que comemos y podríamos añadir, también lo que recordamos.
Sabemos que la memoria tiene fases, que son descritas por la teoría del procesamiento de la información. Pues todo sistema de almacenaje de información, biológico o artificial, necesita primero un nivel mínimo de atención, luego codificar o registrar la información, para después almacenarla, preferiblemente sin mucha pérdida u olvido, con el fin último de recuperar o acceder a esa información.
La segunda fase de la memoria es la
codificación o el registro. Este el proceso inicial por el que la información
física se transforma en una representación mental almacenada para convertirlas
en huella mnésica. Una codificación enriquecida lleva a una huella bien
integrada que almacena la información en más de una dimensión, haciéndola así
resistente al olvido. La profundidad implica la creación de relaciones
semánticas ricas que permitan codificar el material a través de más dimensiones
que las que proporciona la codificación fonológica o visual.
La tercera fase de la memoria es el
almacenamiento, o el mantenimiento de la
información para poder acceder a ella cuando se requiera. Necesita
consolidarse, siendo este proceso variable, pudiendo durar hasta meses o años.
Es en nuestro hipocampo dónde presuntamente se integra con los registros
perceptivos y semánticos pertinentes.
La cuarta fase es la evocación. Tulving, psicólogo y neurocientífico, es uno de los referentes básicos en el estudio de la evocación de la memoria. La evocación es el proceso consciente de acceso a la información almacenada. Por cierto, un posible fallo de recuperación no implica necesariamente que haya desaparecido la huella mnésica.
Si ahondamos en los tipos de memoria
nos encontramos con las siguientes:
1. Memoria a corto plazo. Tiene mucho tránsito y muchos
residuos, incluye la memoria sensorial y la de trabajo. La memoria sensorial está conectada a los cinco sentidos
y su tarea consiste en seleccionar la información para pasarla a la memoria de
trabajo. Lo hace muy rápidamente porque con un cuarto de segundo nos basta para
decidir. Aquello que nos parece inútil lo eliminamos y lo interesante se
guarda, siendo la duración del almacenaje muy variable, a veces son 30 ó 40
segundos. El ejemplo típico es cuando
vamos casa de unos amigos y nos proporcionan el código del interfono para
entrar: “Estoy aquí abajo, no puedo entrar ¿cuál es el código? 25B45 ¡Perfecto!
y lo tecleamos rápidamente para acceder
porque cuando entramos al ascensor, casi con toda seguridad ya se nos ha
olvidado y hemos pasado a otra cosa. La memoria lo ha conservado mientras lo ha
necesitado y seguro que nos tocará preguntarlo la próxima vez que vayamos, a no
ser que le demos forma para recordarlo a futuro y lo asociemos a algo por algún
motivo, por ejemplo 25 años tenía cuando conocí a mi mujer Belén y ahora tengo
45. ¡Aunque todo esto sería ya mucha casualidad!
Esta memoria a corto plazo es una
memoria temporal, con límites: soporta no más de nueve unidades de información
a la vez, por ejemplo un número de teléfono, aunque algunas personas lo tienen
limitado a cinco, siendo la media de siete. El siete es un número que los
psicólogos llamamos mágico por la Ley de Muller, autor del que te hablé antes. Como curiosidad decirte que el siete, era
considerado el número perfecto para Pitágoras o Dante Alighieri y porque se
compone de 4 (los puntos cardinales de la tierra) y de 3 (símbolo de la
perfección en término bíblicos). Por tanto, no pretendas quedarte con mucha más
información a corto plazo porque nuestro cerebro no está preparado para ello.
2. Memoria a largo plazo se pone en marcha cuando
la memoria de trabajo hace su selección y opta por almacenar la información más
tiempo. A su vez, esta memoria a largo plazo se divide, como ya he indicado, en
otros cuatro tipos de memorias: procedimental, episódica, semántica y
perceptiva.
2.1.Memoria procedimental es la que
nos permite actuar sin pensar demasiado, por ejemplo cuando encendemos la luz
de nuestro salón accionando el interruptor como gesto automático. O nos permite
realizar gestos adquiridos y ejecutados
en multitud de ocasiones: pedalear cuando vamos en bici, pisar el embrague para cambiar la marcha en
el coche y acelerar, sin tener que mirar dónde ponemos los pies o las manos.
2.2.Memoria episódica es más
sofisticada pues ancla los acontecimientos que forjan nuestra identidad y hace posible que recordemos lo que hacíamos
ese día en ese lugar concreto, siendo fundamental la carga emotiva vivida.
Seguro que te acuerdas dónde estabas el día de los atentados de las Torres
Gemelas (11 de septiembre de 2001) o incluso lo que hacías. Son momentos
autobiográficos porque lo sucedido nos ha marcado.
2.3.Memoria semántica tiene que
estar a tope en el período escolar para recopilar datos e información de todas
las asignaturas y explicaciones del profesorado, porque es el conocimiento del
lenguaje y del mundo. Almacena todos los datos que componen nuestra cultura
general. Sabemos de inmediato cuál es la capital de Francia o quién conquistó
América y en qué año; incluso podemos recitar algún verso de un poema que
aprendimos en la infancia. En definitiva, albergamos palabras y conceptos, que
repetidos muchas veces se quedan grabados.
2.4.Memoria sensorial, está
conectada a nuestros sentidos, colecciona información relacionada con rostros,
sonidos, términos, olores, objetos, formas, texturas y se encarga de atribuir
significados a situaciones tirando de su base de datos y es la memoria de la
interpretación.
En cuanto a la capacidad de memoria, hay personas que tienen memorias prodigiosas, de elefante, y que lo graban todo. Algunas de ellas pueden tener el síndrome de Asperger o ser autistas, aunque no todas. Los campeones de memoria utilizan estrategias, asociando el entorno en el que tiene lugar el proceso de memorización respetando dos reglas de oro: apelar al espíritu infantil y utilizar los cinco sentidos.
Cuentan de los elefantes, esos grandes
paquidermos, que están acostumbrados a recorrer muchos kilómetros cada año y
que recuerdan con precisión dónde hay agua, frutas o verduras en su trayecto.
No olvidan nunca a un descendiente, son capaces de reconocer su esqueleto incluso
aunque no lo hayan visto en años.
Por cierto, nuestra memoria se plantea
siempre en relación a la información, la siguiente cuestión: ¿me lo guardo o lo
tiro?, tomando la decisión de forma permanente sin que lo sepamos. Y trabaja
por placer al centrarnos en lo que nos interesa.
Sabemos además, que los recuerdos se
reactivan durante el sueño y también se consolidan. Y se ha comprobado con
diferentes estudios científicos que el ejercicio físico es bueno para la
memoria a largo plazo, porque cuando nos movemos liberamos dopamina y noradrenalina,
dos hormonas que ayudan a la memoria. Por tanto la idea o propósito de antes, de
ir al gimnasio no estaba nada mal pensada.
En cuanto a la edad, es obvio que de
jóvenes nos funciona mejor. Desde los 15 a los 30 años la memoria está a pleno
rendimiento. Hacia los 50 la memoria comienza a envejecer y se acelera a partir
de los 75, aunque esto no quiere decir que sea inoperante, pues resistirá si se
entrena a diario.
Existe una conexión muy importante
entre memoria, olvido y dolor. Viene establecida al enfrentarnos a tensiones
internas o traumas, pues para conservar la integridad tendemos a la amnesia
psicógena, o a la represión del recuerdo de forma consciente o inconsciente. La
memoria, decía Freud el padre del psicoanálisis, se construye un caparazón de
protección siendo la represión y el olvido su anticuerpo contra el dolor.
Una frase que me gusta mucho es esta
de William James que decía: “si lo recordáramos todo estaríamos tan enfermos
como si no recordamos nada”. Es decir, que el olvido es tan importante como la
memoria. Y conocemos que el olvido tiene muchas causas: lesión o degeneración
cerebral, represión inconsciente, interferencia entre aprendizajes, falta de
procesamiento, contexto inadecuado y supervivencia.
En cuanto a las alteraciones de la memoria, la amnesia es la pérdida total o parcial de la misma. Oliver Sacks famoso neurólogo escribió un libro muy recomendable: “El hombre que confundió a su mujer con un sombrero”. Allí describe, entre otros, el caso de un paciente con amnesia, provocada por el alcoholismo, que vive un delirio creando un mundo y un yo para sustituir a los que está olvidando.
Las amnesias pueden llevar a la
incapacidad de recordar el pasado o de adquirir nueva información y suelen
deberse a lesiones cerebrales. También te puedes quedar en blanco en un examen
por los nervios y a eso se le llama amnesia funcional. La demencia senil que
afecta ya a un 15 % de mayores de 65 años, es un declive originado por la edad
y por un trastorno del cerebro. Las hipermnesias suelen presentarlas los autistas y es una
exageración de la facultad de la memoria y la paramnesia es la elaboración de
falsos recuerdos, de los llamados mentirosos patológicos.
Una de las enfermedades de la memoria
que más amenaza a partir de los 65 años estaréis conmigo que es el Alzheimer.
Alzheimer fue un médico alemán que descubrió esta enfermedad incurable a día de
hoy y que le dio su nombre al final del siglo XIX y principios del XX. Afecta
más a las mujeres, porque viven más y por cuestiones hormonales, aunque la
genética, el entorno y la forma de vida, también tienen mucho que ver. Según
datos de la Fundación Pascual Maragall, 46 millones de personas en el
mundo sufren Alzheimer u otros tipos de demencia; de ellas, 8 millones se
encuentran en Europa y 800.000 en España. Las personas que la sufren suelen
comenzar con olvidos recurrentes de acontecimientos recientes, preguntando
varias veces lo mismo, quedando los hechos más antiguos anclados en la memoria
de su universo afectivo. Las dificultades de lenguaje también aparecen, así
como la alteración del entendimiento, los cambios de humor y los problemas de
orientación espaciotemporal.
Y aquí van unos consejos en forma de
decálogo, para que ejercites y entrenes tu memoria para consolidar una mente infinita y
maravillosa:
1.-Medita: dedica unos instantes cada
día a concentrarte en la respiración, aceptando conscientemente el momento
presente, manejando los pensamientos y las emociones. Te servirá de
relajación al poner en marcha tu sistema
nervioso parasimpático y reforzarás las
capacidades de la memoria al entrenar la concentración.
2.-Escribe: Hazte con un boli y un
cuaderno y escribe a mano, deja por un rato las pantallas y las grabadoras,
estimularás las zonas del cerebro en las que interviene la memoria, la
reflexión y el lenguaje. Organízate, toma notas, subraya lo más importante,
vuélvelo a leer poco tiempo después y si es necesario incorpora esquemas o
elementos visuales. Las imágenes te ayudarán a anclar mejor los conceptos y las
ideas en la memoria, estimulando el hipocampo.
3.-Ríe, sigue riendo, al mal tiempo
buena cara; porque cuando te ríes ya sabes que tu cerebro libera endorfinas,
hormonas de la felicidad que también favorecen la concentración y refuerzan la
consolidación de la información.
4.-Desestrésate, para que el cortisol,
la hormona desencadenada por el organismo ante situaciones adversas y que
ejerce un papel destructor sobre las capacidades del aprendizaje no se te lleve.
Puedes hacer todos los días un poco de deporte, aunque solo sea salir a pasear
y eso además te ayudará a dormir mejor. Ah, y recuerda cuidar la alimentación y
el consumo de alcohol.
5.-Repite para recordar. Cuanto más
repitas mejor se anclará en la memoria a largo plazo lo que repitas. Y si no
piensa en alguna de las canciones que has cantado hasta la saciedad ¿por qué crees
que te sale tan fácil su recuerdo sin mirar la chuleta o la letra del karaoke?
6.-Sigue aprendiendo cosas pues el
saber no tiene edad. No cedas a la pereza intelectual y mantén las relaciones
sociales porque al recibir estos estímulos la corteza cerebral se espesa y las
neuronas refuerzan las zonas de contacto, creando nuevos circuitos de
transmisión y beneficiando así a la memoria.
7.-Debate, habla, intercambia
argumentos, desarrolla ideas,… todo esto es una magnífica gimnasia mental.
Incluso puedes activar tu memoria auditiva sin necesidad de hablar con nadie
más que contigo mismo/a. Por ejemplo cuando aparcas el coche te puedes decir;
estoy en la calle tal y tal número. La sonoridad activará tu memoria ecoica o auditiva
y reforzará a la icónica o visual.
8.-Asocia las cosas o los nombres.
Cuentan que Roosevelt, presidente americano cuando le presentaban a alguien y
le decían su nombre, se tomaba su tiempo para visualizarlo con todas sus letras
sobre la frente de la persona que le presentaban y entonces su cerebro se
encargaba de asociar nombre y rostro.
9.-Juega, haz sudokus, naipes,
scrabble, crucigramas o ajedrez, aunque pierdas. Todos los juegos estimulan la
memoria y cuanto más se practican más información se mueve por las conexiones
neuronales.
10.-Utiliza reglas nemotécnicas, apelando como los campeones de memoria, a ese espíritu infantil y a los cinco sentidos conscientes.
El gran sabio
Confucio decía: “tenemos dos vidas y la segunda comienza cuando nos damos
cuenta de que sólo tenemos una”. Pues bien, te invito a ser consciente en este
año recién inaugurado del tesoro que es tener salud y de poseer un órgano capaz
de hacer que fructifique, que es nuestro cerebro. El cerebro vive su vida pero
rige la tuya, es un concentrado de imágenes, olores, sonidos, recuerdos y
emociones. Por eso, con pequeños ajustes en alimentación, hábitos saludables y
trabajo de memoria, susurramos al cerebro que si está bien cuidado no se cansará jamás.
Puedes escucharlo también pinchando este enlace:
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