En este maravilloso viaje realizado con Estrella de la Mañana, por un pequeño grupo solidario de aventureros y aventureras, hemos descubierto un gran país, lleno de historia, arte, contrastes, religiones y gentes curiosas.
En la actualidad India es el país más poblado del mundo, cuenta con 1.400 millones de personas. Un 20 % de la población mundial reside en sus más de tres millones de kilómetros cuadrados. Fue dominio colonial inglés hasta 1947 y tras la Segunda Guerra Mundial se separó de Pakistán. Este hecho causó uno de los movimientos migratorios más grandes de la humanidad.
Entre las religiones que allí se profesan encontramos las siguientes: hinduismo, budismo, jainismo, sijismo, zoroastrismo, judaísmo, cristianismo e islam.
El sistema de castas sigue teniendo una gran influencia aunque la Constitución India no reconoce diferencias sociales.
Han sido dos semanas de ensueño y hemos visitado: Delhi, Jaipur, Abhaneri, Fathepur Sikri, Agra, Mungod, proyecto Light of Karma, Campos 1 y 3 de refugiados tibetanos, Anavatti, Haveri y Hampi.
La experiencia sensorial ha sido la gran protagonista en el discurrir
de un trayecto que ya forma parte de nuestra memoria.
Desde nuestros oídos hemos escuchado las bocinas de los tuk-tuks, coches, buses y camiones que permiten ordenar milagrosamente un caótico tráfico; la llamada al rezo de los fieles por parte del imán en la mezquita; el repiqueteo de la lluvia que anuncia el comienzo de los monzones; la música de Bollywood que te saca a bailar contagiando su ritmo; los sonidos guturales del maestro que dirige la ceremonia budista o puya y las repeticiones al unísono de los mantras por parte de cientos de monjes madrugadores; las voces del regateo por parte de los vendedores que negocian el precio final de los productos; o las risas de los jóvenes que viven en el LOK al descubrir las rarezas propias de nuestro grupo occidental…
Hemos sido conscientes de nuestro tacto al abrazar y sentir a nuestro anfitrión budista, el gran Dordje, que nos recibe de forma efusiva y sincera; el saludo tibetano, cuando juntando las manos y expresando el Tashi Delek , rozamos nuestras frentes con las de las personas mayores de la residencia; las enérgicas palmadas de los jóvenes monjes en sus debates dialécticos y el juego de movimientos de unos cuerpos habitualmente inexpresivos; las manos de los niños y niñas discapacitados, tan necesitadas de contacto y afecto; el roce de nuestros pies descalzos en los templos, monasterios y mezquitas; el tercer ojo pintado en la frente como símbolo de protección y sabiduría; o los tatuajes de gena que impregnan nuestra piel como experiencia compartida con las niñas del LOK, a modo de protección espiritual y símbolo de felicidad.

Y qué decir del gusto, de las sensaciones conscientes al saborear la multitud de alimentos, picantes en su mayoría: arroces varios, pollo tandoori o tikka masala, queso paneer, thali, pakora de verduras, momos, dosa, dhal; o los distintos tipos de panes, lassis o tés chai, salados, dulces; las hierbas y especias han dejado huella en nuestro paladar: comino, cúrcuma, hinojo, cilantro, jenjibre, azafrán, chile, pimienta, curry, cardamomo y quién sabe del resto de ingredientes que hacen inigualable los sabores indios y su pasado inglés. Compartir comida en silencio con los monjes tibetanos, dando importancia y disfrutando del momento, también forma parte de este viaje de amistad, cargado de cultura gastronómica, gestos y tradiciones.
Y cómo no, nuestro olfato también fue protagonista desde el primer instante: el recibimiento y bienvenida al país por parte de las anfitrionas “nuestras chachis” con collares de flores naturales; el incienso de los templos impregnado en cada esquina; el alcanfor de la bufanda tibetana “kata” como símbolo auspicioso que representa pureza y compasión; o la mezcla de olores intensos de las calles abarrotadas de personas, mercancías, vehículos y basura, humos de restaurantes o sartenes de puestos, alcantarillas, perfumes y excrementos de vacas sagradas y perros callejeros.
Todo lo vivido no tendría razón de ser sin el gran sentido transversal que es la espiritualidad en la India, protagonista del devenir de supersticiones, creencias, tradiciones y formas propias de entender la realidad; tantas como religiones, que impregnan cada acto cotidiano y determinan la actitud de las personas ante la vida.
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