A diferencia de los animales los humanos hemos nacido y nos han criado asumiendo que el miedo puede marcarnos en cualquier momento y circunstancia. Existen diferentes enfoques teóricos para analizar este fenómeno, y dependiendo de la perspectiva tendrán más valor los aspectos biológicos, neurológicos, psicológicos, sociales o culturales.
Otro elemento clave es el evolutivo, pues en función de la edad de la persona podremos analizar unos u otros miedos. El terror sería la máxima expresión del miedo y el trastorno de ansiedad su derivado principal. Además, existe el miedo irracional o el miedo al miedo, también llamado fobia.
El miedo o los miedos pueden ser causa o efecto del estrés. Un libro muy interesante que recomiendo es el del autor Robert Sapolsky, titulado: ¿Por qué las cebras no tienen úlcera?, dónde el autor analiza los cambios de patrón de las enfermedades, lo que nos preocupa, nos quita el sueño o nos genera estrés a las personas, a diferencia de los animales. Y cómo los animales racionales hemos sido capaces de inventar agentes estresantes que dominan nuestra existencia y sistema nervioso.
Por eso el tipo de vida que llevamos en la sociedad moderna, psicologizada, de prisas, ruidos, a golpe de likes y con poca capacidad de tolerar la frustración, no favorece demasiado el estereotipo de individuos fuertes por naturaleza y con capacidad resiliente de adaptación.
Abundantes sinónimos nos servirían para indicar estados cercanos a lo que asumimos como miedo, entre otros: susto, pesadilla, riesgo, temor, peligro, aprehensión, canguelo, pavor, espanto, alarma, pánico, fobia.
Si hablamos de los jóvenes, en su época crítica de la adolescencia, los principales miedos podrían ser: el miedo a ser aceptados por los demás; la preocupación excesiva por ser incluido entre sus iguales, a ser juzgado o a que se rían de uno. También el miedo al amor o a las relaciones amorosas, e incluso a la soledad. Por supuesto el miedo a lo que les espera, e incluso a los exámenes.
En estos momentos vivimos, desde el mes de marzo pasado, una fatiga pandémica por la COVID-19, con mucha carga de incertidumbre, lo que puede acrecentar, en general, los miedos y las dudas en muchos sentidos: si las vacunas serán eficaces desde el punto de vista sanitario; si la economía despegará o nos dejará con una deuda insostenible; si saldremos reforzados socialmente, con solidaridad y habiendo aprendido la lección; si el plano político será estable, seguro o se instaurará la falta de libertades; etc. Tantas son las dudas que nos asaltan que hasta el miedo nos roba el silencio para no errar el vaticinio sobre si volveremos a vivir como antes, con normalidad, tocándonos, sin mascarillas, viajando, en la calle y en grupo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja aquí tu opinión