Hace poco descubrí un término que me tiene bastante intrigado, el de "libertad negativa".
Este concepto proviene de la filosofía moral británica y estadounidense, más en concreto del autor Isaiah Berlin (politólogo, filósofo e historiador judío, nacionalizado británico, que murió en 1997 y considerado como uno de los principales pensadores liberales del siglo XX).
En la tradición del social liberalismo se defienden distintos sentidos de libertad que pueden entrar en conflicto con la justicia, la igualdad o la fraternidad. Y la libertad negativa, se podría entender desde este lado del charco como la ausencia de coacción, barreras o interferencias sobre los individuos; mientras que la libertad positiva, es la que nos conduce a la autorrealización de la persona y a la autonomía colectiva o social.
La cuestión quizás no está tanto, desde mi modesto punto de vista, en catalogar, adjetivar o etiquetar el concepto de libertad, bastante manido por el uso y abuso de unos y otros, sino de conocer que es eso de la libertad y cómo la vive cada uno.
Cuando cayó el muro de Berlín en 1989 recuerdo que le preguntaron a un alemán oriental lo que era para él la libertad, y contestó: "la libertad para mí es poderme comprar un radiocasete". Y yo me pregunto: ¿esa libertad era negativa o positiva?
Sea como fuere la libertad siempre será un valor y un derecho fundamental del ser humano. Un término muy amplio y con variedad de significados, dependiendo de si hablamos por ejemplo: de expresión, culto, opinión, reunión, asociación, sindicación, elección, movimiento, académica o de cátedra; de derechos universales, inalienables, inviolables o irrenunciables.
Y si hubiera que elegir me quedaría con la poesía pues es como la inocencia de la niñez, y con este bello poema de Miguel Hernández que incluye ese poderoso término que tantas veces he escuchado en la voz de Serrat:
Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.
Para la libertad, siento más corazones
que arenas en mi pecho dan espuma a mis venas;
y entro en los hospitales, y entro en los algodones,
como en las azucenas.
Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada,
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.
Retoñaran aladas de savia sin otoño,
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida;
porque soy como el árbol talado que retoño:
aún tengo la vida
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