I RECUERDOS, AMARGURA Y SOLEDAD ELEGIDA
Nada ocurría desde hacía tiempo. Nada de interés a tener en cuenta. Jet completaba la desidia física en la que Grid se encontraba.
Pero aquello ya había pasado y la actualidad tenía tintes muy diversos y distintos a lo que hubiera querido. Sus casi cincuenta años la tenían maltrecha y su presente al lado de Jet discurría en un sinsentido difícil de digerir pero imposible de abandonar. Lo había intentado y aquella podía llegar a ser la enésima oportunidad de poner tierra de por medio en ese laberinto pasional, irracional o fatal de Grid.
Grid, recreaba en su mente el pasado para abandonar el presente y no encadenarse al futuro. Nada tenía visos esperanzados o positivos, pero todo importaba por su desenlace y por la calidad social que podía reportar un acontecimiento de tal magnitud.
La soledad elegida era la mejor salida para ella ante la imposibilidad de disfrutar acunándose como hacía años atrás. Se solía enfundar sus chanclas de andar por casa y ponía la música de siempre para recrear el ambiente preciso. Huía de la televisión y de las emisoras de radio, de los incansables amigos telefónicos y de las noticias de prensa cotidianas que le infundían cabreos mundanos. A partir del control de todos esos aspectos interiorizaba sus sentimientos y se hacía una pequeña meditación para, entre lo iracundo y lo inmaculado, encontrar el oxígeno revitalizado.
La respiración, en el lugar elegido, la adentraban en el vacio de su plenitud. El ir y venir de las olas acosando la orilla y la fusión de azules del mar con el cielo, en un aire embriado por el aroma de flores frescas, cadenciaban su subidas y bajadas diafragmáticas, transportándola súbitamente a ese marco incomparable de sinergias y reencuentros con su sino.
Allí todo era paz, nadie molestaba, nada acontecía, todo era igual sin importar las valoraciones. Naturaleza con naturaleza, elementos vivos relacionados con los espirituales, acordes de alegría con temperatura templada y energía limpia, enmarcaban ese momento.
A Grid le venían a la cabeza, como luchadores sin tregua, enfervorizados y extremistas, situaciones repetidas de violencia; discusiones o peleas incruentas; caras con marcas o huellas de tristeza y abandono o desolación. Pero aquel limbo era inexpugnable o al menos así lo presentía ella. Solo le quedaba ese estado y esa circunstancia, ceder u otorgar espacio en post de una rendición formaba parte de un suicidio en vida o de una muerte agónica que no contemplaba, a no ser que le fallaran todas sus fuerzas, recuerdos y razones.
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