III CELOS, ASFIXIA EXISTENCIAL Y OTOÑO
Últimamente Jet controlaba demasiado la vida de Grid así como sus citas. Los celos prohibidos entre la pareja, dsde no se sabía cuándo, eran intensos y coléricamente amargos.
Pero Grid necesitaba de sus amigos y ese cordón umbilical hacia el exterior del espacio propio con Jet era la garantía de seguir respirando y de no morir por asfixia.
Las cartas del buzón eran retiradas con premura por Jet y probablemente otras comunicaciones, supuestamente comprometidas, interceptadas antes de llegar a su destino. Y ese rapto traía consigo un montón de discusiones que minaban la confianza, cada día con mayor fuerza.
La gota que colmó el vaso supuso la apertura de una citación importantísima para Grid de una conferencia que daba uno de sus maestros, personaje carismático donde los hubiera y pensador brillante, además de bohemio, buena persona y mejor profesor.
La relación con aquél sabio era desde tiempos universitarios y permanecía pese a la desconexión intelectual de Grid, aunque cualquier llamada o reclamo de discurso era un alivio espiritual que daba lugar a un mejor estado de ánimo.
El otoño de hojas caídas se posaba sobre la mente de Grid. Época de renovación por su caducidad pero de frío por su climatología adversa. Receso de verano y entrada de duros y fríos inviernos, en todos los sentidos. Esa estación malhumoraba a Grid pero le gustaba por la calidad de sus tonos y la multitud de colores que se apostaban desde cualquier punto de visión.
A Grid le apetecía tragarse la vida en otoño para llenarse toda de un calidoscopio y comprobar los diferentes prismas que pueden englobar una misma situación, o los cristales rotos que aparecen cuando algo se rompe o se despedaza, sin querer; por ser maltratado, dejado o abandonado sin impunidad. No obstante, la expectación en las temporadas de paracaidistas lanzados al vacío desde las ramas de los árboles, con rastro de dolor o con establecimiento de bases de cariño, auguraban estilo, escenario, formas, atrezos y alguna esperanza.
Grid tenía una sensibilidad especial para detectar en su medio las cargas naturales y sacar provecho energético de las mismas. Se embadurnaba, a través de autosugestiones, implicándose en simbiosis absolutas, conformando el todo del objeto, paisaje, aire o circunstancia. Buceaba o se sumergía en las aguas para comprobar por sí misma lo conveniente e inconveniente, lo prohibido, aceptado, viciado, engañoso, vivo o muerto. Esta técnicas le permitían enfundarse el traje universal en una especie de integración total con el mundo. Evidenciaba un alto nivel de entendimiento de casi todo, marcando ditancia propia de científicos que para hacer su teoría objetivable se abstraían, después de saborear in situ todo lo necesario para no errar en sus hipótesis.
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