Etimológicamente, la palabra
felicidad proviene del latín felicĭtas, que significa ‘fértil’, ‘fecundo’.
Séneca le decía a su hermano Galión en 'De vita beata': “todos los hombres quieren vivir felizmente. Y esa sigue siendo nuestra aspiración, la ser felices. Para ello intentamos descubrir qué es. Sin embargo, cada persona posee una respuesta, una definición de felicidad diferente, y es precisamente esa disparidad de opiniones ante una cuestión tan trascendental en la existencia del ser humano una de las razones de la aparición de la ética en la antigua Grecia.cómo decía
Según el budismo, ésta reside en las experiencias enriquecedoras que se viven para lograr un objetivo, ya que una vez se consigue lo deseado la satisfacción es muy breve. Buda decía: No hay un camino a la felicidad, la felicidad es el camino.
La Real Academia Española
de la lengua la felicidad es un “estado de grata satisfacción espiritual y
física”. Esta definición encajaría bastante con la versión de Platón, ya que
para el filósofo griego, radica en el crecimiento personal y es fruto de la
satisfacción conseguida a través de pequeños logros.
Algunos psicólogos han tratado de
caracterizar el grado de felicidad mediante diversos textos y han llegado a
definir la felicidad como una medida de bienestar subjetivo (autopercibido) que
influye en las actitudes y el comportamiento de los individuos.
Para Sigmund Freud, la felicidad
es algo utópico, pues considera que, para que sea posible, no podría depender
del mundo real, donde los individuos están expuestos constantemente a
experiencias desagradables, como el fracaso y la frustración y, en este
sentido, sostiene que a lo máximo que podría aspirar un ser humano es a una
felicidad parcial.
Parece que ser feliz está en la
línea de autorrealizarse, alcanzar las metas propias de un ser humano.
Aristóteles, sostenía que todos los hombres perseguían la felicidad. Unos son
felices ganando dinero; otros, recibiendo honores, y otros viajando. Cada cual
posee el secreto de su propia felicidad. Pero para eso hay que conocerse bien a
uno mismo y saber qué se quiere.
Séneca, filósofo estoico, creía
firmemente en lo que los psicólogos llamaran ahora el “locus de control”. Un
concepto ampliamente usado en psicología que afecta al punto de vista de un
individuo y a la manera que este tiene de interactuar con el entorno. Para
algunas personas, el locus vive en el exterior; sienten como fuerzas externas
guían sus acciones. Para otros, como Séneca, el locus reside dentro.
Y Demócrito, conocido como el
"filósofo que ríe" debido a su énfasis en el valor de la alegría.
Tanto la felicidad como la desdicha se encuentran en el alma: en consonancia
con los postulados de la Ilustración griega, Demócrito equipara la felicidad
humana con la euthymía o alegría producida por el pensamiento. En cierta
ocasión llegó a afirmar que: "La vida sin alegrías es un largo camino sin
albergues"
Lao Tzu uno de los filósofos más
relevantes de la civilización china, sostenía que la razón de su felicidad era
vivir el presente. “Si estás deprimido, estás viviendo en el pasado. Si estás
ansioso, estás viviendo en el futuro. Si estás en paz, estás viviendo el
presente”. Quienes siempre piensan en el mañana o recuerdan con nostalgia el
ayer solo generan ansiedad, estrés, y dejan de disfrutar el momento y la verdadera
existencia.
Bertrand Russell, autor de 'La
conquista de la felicidad', ganador del Premio Nobel de Literatura y conocido
por su influencia en la filosofía analítica, concibe el amor como un
instrumento para conseguir la felicidad. Para el filósofo británico el amor
ayuda a romper el ego y a superar la barrera de la vanidad que impiden ser
felices.
Ortega y Gasset mantenía que la
felicidad que sentimos es directamente proporcional a la cantidad de tiempo que
pasamos ocupados en actividades que absorben completamente nuestra atención y
nos agradan. En palabras del propio Ortega: “Si nos preguntamos en qué consiste
ese estado ideal de espíritu denominado felicidad, hallamos fácilmente una
primera respuesta: la felicidad consiste en encontrar algo que nos satisfaga
completamente”. Para este filósofo y ensayista madrileño la felicidad se
produce cuando coinciden lo que él llama “nuestra vida proyectada”, que es
aquello que queremos ser, con “nuestra vida efectiva”, que es lo que somos en
realidad.
En esta misma línea, va la teoría
del flow pues gira en torno a un estado mental operativo en el cual el
individuo está completamente inmerso en la actividad que ejecuta.
¿Alguna vez has sentido como si “fluyeras” mientras realizas una actividad más o menos placentera, sin pensar, sin reflexionar, tan solo dejándote llevar por tus propias habilidades para ejecutar una actividad que te resulta agradable, estimulante y productiva?... Pues ese es el flow.
Puede que lo hayas vivido tocando
la guitarra, cocinando, escribiendo, montando en bicicleta, cosiendo o montando
un mueble. Pero no se trata tan solo de estar “concentrado” en algo, aunque la
concentración sea un elemento básico del flow: es una suerte de concentración
absoluta… y feliz en la que el tiempo dejar de existir o “vuela” como nos gusta
decir.
Y es que el mayor enemigo del
estado de flow son los “ladrones de tiempo”, la llamada multitarea, atender a
muchos estímulos a la vez y tal vez te entretengas o te “olvides” del tiempo,
pero eso no es exactamente el estado de flujo, eso es otra cosa.
Al margen de las distracciones, el autor del flow -Csíkszentmihályi-, cita estas ocho facetas, refiriéndose tanto a los medios para lograrlo como a las consecuencias del mismo:
1.Una completa concentración en la actividad.
2.Claridad en los objetivos.
3.Equilibrio entre desafío y habilidad. La actividad no debe ser ni muy sencilla ni muy complicada.
4.La actividad debe ser intrínsecamente gratificante, no funciona con actividades en la que la recompensa es más relevante que la propia actividad.
5.Una retroalimentación directa e inmediata. Los errores que surgen en la actividad se resuelven de forma natural apoyándose en la experiencia.
6.Una distorsión del tiempo, el tiempo “vuela” o deja de importar. No miras el reloj, aunque te metan prisa: como dijo Miguel Ángel a Julio II, “la Capilla Sixtina estará acabada cuando termine”. Déjame a solas con mi flow, gracias.
7.Un sentimiento de control absoluto sobre la actividad. Gracias a la experiencia y a la habilidad en el desarrollo de esa actividad, el individuo siente que nada escapa de su control, ni los errores propios de la misma.
8.Una fusión de acción y conciencia. En los picos del flow el individuo puede llegar a sentir una especie de catarsis en la que acción y conciencia se fusionan.
Así que ese estado de flow que
sientes cuando desarrollas una actividad que dominas y te gusta se explica por
la capacidad que tiene tu cerebro para “apagar” la vertiente analítica dejando
tan solo encendido, y al máximo rendimiento, la vertiente creativa.
Einstein aludió a la importancia
de tener un objetivo, un propósito, una meta que nos motive a vivir, así como a
la importancia de perseguirla con tesón. "Si quieres vivir una vida feliz,
átala a una meta, no a personas o cosas", dijo en una ocasión. Una idea
que coincide con el ikigai japonés que considera que tener un propósito en la
vida es clave para ser feliz. Tener algo por lo que merece la pena vivir nos
motiva, nos alimenta, nos da perspectiva. Para Einstein ese caminar hacia la
meta iba de la mano de vivir con una mente abierta y curiosa, además de buscar
la paz y la comprensión.
Confucio decía: “Si amas lo que
haces, nunca será un trabajo”.
Y Hillel J. Einhorn solía decir
que somos más felices de lo que creemos. Ante esta primera afirmación muchos se
dirán “¿de verdad?, ¿y eso cómo lo sabemos?”.
El enfoque de la felicidad que
diseñó Einhorn parte de una premisa: muchos pensamos que alcanzaremos la dicha
cuando por fin, tengamos aquello que deseamos. Es la imagen más clásica y
también la fuente de nuestro sufrimiento. Porque si ponemos siempre la mirada
en aquello que no tenemos, viviremos en un eterno estado de carencia.
“Seré feliz cuando encuentra la
pareja ideal“, “alcanzaré la felicidad cuando encuentre un buen trabajo”. “¡Qué
feliz seré cuando logre todos los objetivos que tengo en mente”. Admitámoslo,
se nos ha hecho creer durante mucho tiempo que solo cuando nos esforzamos lo
suficiente logramos aquello que deseamos para ser dichosos.
Sin embargo, la vida es demasiado
compleja y ser feliz no va de esfuerzos. Es más, a veces, a pesar de lograr
algo concreto sigue existiendo el vacío, la carencia y la frustración. ¿Entonces
qué podemos hacer?
Nuestro bienestar, dicha y
satisfacción parte de nuestros juicios y conductas. Si no somos capaces de
razonar y darnos cuenta de lo que tenemos, nunca alcanzaremos esa ansiada
felicidad. Focalizarnos solo en lo que no tenemos puede ser, en ocasiones,
fuente de motivación, pero también de sufrimiento. Hay quien aplicará hábiles
estrategias para lograr lo que quiere y triunfará, pero esto no es una
constante. No siempre tendremos éxito.
Martin Seligman, psicólogo positivista, y su grupo de investigación en 2002, trataron de explicar las variables que influyen en la Felicidad mediante la siguiente fórmula:
F= R + C + V
Según esta fórmula, la felicidad
(F) depende de tres factores:
- Herencia genética (rango fijo R): características personales que llevamos grabadas en los genes y no se pueden modificar.
- Contexto social y geográfico (C): dónde nacemos, dónde vivimos, con quién y cómo nos relacionamos…
- Voluntad de la persona (V): actividades intencionadas que dependen de nosotros/as.
Sonja Lyubomirsky (2008) plantea
que el factor “V” es más sencillo de modificar y encuentra en sus estudios que
explica hasta un 40% de la felicidad de las personas. Dicho de otra forma,
cambiando nuestra manera de actuar y de pensar tenemos la posibilidad de ser un
40% más felices. El porcentaje restante depende del entorno (10%) y de la
predisposición genética y biológica (50%) y, a priori, no es tan fácil de
cambiar o no siempre está en nuestra mano.
El mismo Seligman, describe los
cinco componentes que resaltan en las personas que dicen sentirse felices:
aumentan las emociones positivas; ponen en práctica las fortalezas personales,
con compromiso y flujo de conciencia; mantienen relaciones que les nutren,
basadas en el apoyo y la compañía de los otros; tienen un plan que da sentido a
la vida; y establecen metas o logros, que les motivan a seguir adelante.
Dicho modelo de bienestar vendría
avalado necesariamente por las influencias que todo ser humano tiene, basadas
en aspectos biológicos, psicológicos, procesos mentales y socioculturales. Es
decir, que en esa complejidad racional entran de lleno mecanismos biológicos
cerebrales, influencias hormonales, predisposición genética y rasgos
adaptativos de selección natural. A esos, por si fueran pocos, se les unen las
interpretaciones que hacemos de las cosas, nuestros temores vitales, las
respuestas aprendidas, la presencia e influencia de otros, y los llamados
modelos convincentes como los medios de comunicación.
Finalizamos con el decálogo de la felicidad para que vayas practicándola:
1. Disfruta de los placeres de la vida, reivindica lo pequeño, las pequeñas cosas.
2. “Carpe diem”, vive con intensidad el momento presente.
3. Proponte metas personales a corto, medio y largo plazo.
4. Acéptate como eres.
5. Conjuga el verbo “amar”.
6. Resiste la adversidad.
7. Sé optimista.
8. Apúntate al altruismo.
9. Cuídate, reserva tiempo para ti.
10. ¡Que tengas suerte!
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