La investigación sobre la conciencia es un campo interdisciplinario
que involucra a filósofos, neurocientíficos, psicólogos y científicos de la
computación.
Desde las
neurociencias se estudian las bases neurales de la conciencia con técnicas como
la resonancia magnética funcional y la electroencefalografía. Se experimenta con pacientes en estado
vegetativo; o con la llamada red neuronal por defecto (RND), que es el conjunto
de regiones cerebrales que se activan cuando divagamos o soñamos despiertos.
También han reavivado el interés en la investigación de la
conciencia las sustancias psicodélicas
que provocan alucinaciones, como la psilocibina y el LSD -ácido lisérgico
relacionado con los hippies y los no tan hippies-.
Y de los sueños, que nos ofrecen una ventana a los
mecanismos de la conciencia y a la construcción de la realidad subjetiva, los
estudios se centran en el sueño REM, caracterizado por movimientos oculares
rápidos y sueños vívidos, asociado con
procesos de consolidación de la memoria y a la generación de nuevas ideas.
Otro campo de estudio muy importante es la filosofía y
sus investigadores exploran las preguntas fundamentales sobre la naturaleza de
la conciencia, como el problema mente-cuerpo y las experiencias subjetivas.
Y un tercer campo muy actual es el de la inteligencia
artificial, donde se investiga si las máquinas pueden desarrollar conciencia y
cómo podríamos diseñarla.
Pero, ¿qué hacen tan importantes estos estudios? Pues por un lado desafían las concepciones tradicionales de la conciencia como una propiedad exclusiva de los seres humanos. Por otro lado, ofrecen nuevas herramientas de diagnóstico para tratar trastornos como el coma y el estado vegetativo. Y abren nuevas vías de investigación interdisciplinaria, lo que es fundamental para avanzar en nuestra comprensión de este fenómeno complejo.
Los investigadores actuales del tema han llegado a la conclusión
de que la conciencia no está albergada en un lugar concreto del cerebro, sino
que se encuentra distribuida por toda la corteza cerebral en forma de redes
neuronales interconectadas y jerarquizadas.
Uno de los últimos libros que ha caído en mis manos, y que te recomiendo encarecidamente su lectura, es el de Juan José Millás y Juan Luis Arsuaga, titulado: la conciencia contada por un sapiens a un neandertal, de la editorial Alfaguara.
En el capítulo V, Millás se somete a un experimento en el
Instituto Carlos III de Madrid, que consiste en mapear su cerebro para ver
dónde se aloja su “yo y su identidad”.
Tener conciencia implica que las personas conocemos
nuestras percepciones, nuestros
pensamientos y nuestros sentimientos.
Como decía uno de los padres de la psicología, William James, la conciencia es
una corriente o flujo de conocimiento, siempre cambiante. No es un espacio en
la mente sino el conocimiento que nos permite ejercer un control voluntario y
comunicar a otros nuestros estados mentales y emocionales. Es decir que la conciencia
implica que podemos explicar a los demás lo que percibimos, pensamos o sentimos.
A modo de ejemplo y para que se entienda mejor, estamos
conscientes cuando nos damos cuenta de lo que sucede en nuestro exterior, o
cuando reflexionamos sobre experiencias anteriores que hemos tenido o cuando
elegimos alguna respuesta para solucionar alguno de nuestros problemas.
La dificultad para definir y estudiar la conciencia radica
en su naturaleza subjetiva y en la complejidad del cerebro humano. Cada teoría
intenta abordar diferentes aspectos del problema, y ninguna ha logrado una
explicación completa y universalmente aceptada.
Podemos destacar como teorías más modernas: el
panpsiquismo y el idealismo. El panpsiquismo postula que la conciencia es una
propiedad fundamental del universo, presente en todas las cosas, desde las
partículas subatómicas hasta los seres humanos. Y el idealismo afirma que la
realidad es mental, y que el mundo físico es una construcción de nuestra mente.
La conciencia sería, por tanto, la base de toda la realidad.
Entonces, ¿se dice conciencia o consciencia? Aunque la Real Academia Española indica que “conciencia” es válido en todos los casos, es importante tener en cuenta los matices de cada término para utilizarlos de forma precisa en contextos académicos.
Cuando nos referimos a conciencia desde el punto de vista
moral lo hacemos para distinguir entre
el bien y el mal, al juzgar nuestras propias acciones y sentir culpa o remordimiento. De hecho, como
sabes, uno de los juramentos habituales es: juro por mi conciencia y honor…
Y la autoconciencia vendría a ser esa capacidad que
tenemos de reconocernos a nosotros mismos, como una entidad separada del mundo
exterior.
El uso del término consciencia es más específico para
referirse a un estado de alerta, por ejemplo cuando decimos: “soy consciente de
que el tiempo pasa muy rápido”.
Fue Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, el que
distinguió tres estados de conciencia: consciente, preconsciente e
inconsciente. Siendo este último, el inconsciente que alberga los contenidos
reprimidos, carentes de lógica, como amar y odiar al mismo tiempo a una
persona; que no tiene cronología temporal, p.e. un trauma de la infancia de una
persona puede afectarle en la vida adulta; Freud concluye
que el funcionamiento mental del ser humano se debe a pulsiones biológicas
inconscientes que se necesitan satisfacer para lograr el placer.
Si dejamos a un lado a Freud, la inconsciencia es un
estado en el que una persona no responde a estímulos externos. Esto puede ocurrir
por diversas razones y puede variar en gravedad desde una breve pérdida de
conocimiento hasta un estado comatoso prolongado.
Algunas de las causas más comunes incluyen:
- Traumatismos craneales.
- Bajos niveles de azúcar en la sangre (hipoglucemia) en personas con diabetes.
- Bajos niveles de oxígeno en la sangre por problemas respiratorios, enfermedades cardíacas o intoxicación.
- Convulsiones, Infecciones graves, como la meningitis
- El consumo drogas o ciertas sustancias tóxicas puede llevar a la inconsciencia.
- Ataques cardíacos o accidentes cerebrovasculares o tumores cerebrales pueden comprimir el tejido cerebral y causar una variedad de síntomas, incluida la pérdida de conciencia.
¿Qué hacer si alguien está inconsciente?
Si te encuentras con una persona inconsciente, es
importante actuar rápidamente. Sigue estos pasos:
- Asegúrate de que la escena sea segura para ti y para ella.
- Llama a emergencias 112 lo antes posible.
- Revisa la respiración y el pulso: Si la persona no respira o no tiene pulso, comienza a realizar reanimación cardiopulmonar (RCP) hasta que lleguen los servicios de emergencia.
- Mantén a la persona cómoda en posición lateral de seguridad para evitar que se ahogue con sus propios vómitos.
- No le des nada de comer o beber… y haz lo que puedas, conserva la calma.
Los psicólogos franceses Delay y Pichot describen siete estados de conciencia, que se pueden medir con el EEG -electroencefalograma-: Vigilancia excesiva. Vigilancia atenta, como la de un controlador aéreo. Estado relajado. Ensoñación, cuando desconectamos de nuestro entorno y jugamos con fantasías o imágenes visuales. Sueño ligero. Sueño profundo, cuando perdemos también la conciencia del mundo exterior y no recordamos los contenidos. Estado de coma, caracterizado por la incapacidad de reacción ante estímulos externos; no hay actividad motora ni uso del lenguaje.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de estados alterados de conciencia?
Un estado alterado de conciencia (EAC) es, como su nombre
indica, una condición en la que nuestra percepción de la realidad cambia
significativamente. Es un estado mental que se desvía de nuestro estado normal
de vigilia, donde nuestras funciones cognitivas y perceptivas operan de manera
habitual.
Pueden ser inducidos por diversos factores, tanto internos
como externos:
- Sustancias psicoactivas: Drogas como la marihuana, el LSD, la cocaína, el alcohol y otras sustancias pueden alterar la química de nuestro cerebro y producir experiencias perceptuales y emocionales muy diferentes.
- Prácticas espirituales y religiosas: Técnicas como la meditación, la oración, el ayuno o el uso de cantos y mantras pueden inducir estados alterados de conciencia en busca de experiencias espirituales o religiosas.
- Condiciones médicas: Algunas enfermedades neurológicas, como la epilepsia, o trastornos mentales, como la esquizofrenia, pueden producir alteraciones en la conciencia.
- Sueño: Durante el sueño, especialmente en la fase REM, experimentamos estados alterados de conciencia con sueños vívidos y experiencias oníricas.
- Privación sensorial: La falta de estímulos sensoriales, como en tanques de flotación o cámaras de aislamiento sensorial, puede llevar a alteraciones en la percepción y la cognición.
Características comunes de los EAC:
- Alteración de la percepción: Los sentidos pueden verse alterados, produciendo ilusiones, alucinaciones o sinestesias (percepción de un sentido a través de otro, como “oír” colores).
- Cambios en la conciencia del tiempo y el espacio. Por ejemplo, a una persona paranoica un día le puede parecer un siglo y sin embargo un heroinómano tiene como propósito detener el tiempo.
- Alteraciones del pensamiento: se puede confundir la fantasía con la realidad… por cierto sabéis ese hombre que soñó una vez que era mariposa, pues cuando despertó.
- Cambios emocionales. Un ejemplo podría ser el maltrato de una persona en estado ebrio. Incluso puede haber ausencia de emociones, autismo emocional o alexitimia.
- Sentido de unidad o conexión: Algunas personas reportan una sensación de conexión profunda con el universo o con otras personas. Un borracho o un soñador puede encontrar el sentido último a su vida hasta que se despierta o nota resaca…
- Sugestionabilidad: un sujeto en trance hipnótico es capaz de actuar sin percatarse de lo que hace y tampoco recuerda de forma clara lo qué ha hecho, sentido o pensado.
Los EAC pueden ser
experiencias profundas y transformadoras, pero también pueden ser peligrosos si
no se manejan de manera adecuada. El consumo de sustancias psicoactivas, por
ejemplo, puede tener efectos secundarios negativos a largo plazo y causar
dependencia. Además, algunas personas pueden experimentar experiencias
psicóticas o trastornos mentales después de un EAC.
¿Qué podemos hacer para cultivar la conciencia? Pues aquí tienes un decálogo:
1. Mindfulness:
consiste en prestar atención al momento presente sin distraerte, observando tus
pensamientos, sensaciones y emociones, con aceptación, sin juzgarlos.. Puedes
practicar mindfulness mientras comes, caminas o realizas cualquier actividad.
Ahora haremos una práctica
2. Yoga:
El yoga combina posturas físicas -asanas-, respiración y meditación, lo que te
ayuda a conectar con tu cuerpo y mente.
3. Respiración
consciente: Presta atención a tu respiración. Observa cómo entra y sale el aire
de tu cuerpo. Esto te ancla en el presente y reduce la ansiedad.
4. Journaling:
Escribir un diario puede ayudarte a procesar tus pensamientos y emociones, y a
desarrollar una mayor autoconciencia.
5. Desconéctate:
Dedica tiempo cada día para desconectarte de dispositivos electrónicos y redes
sociales.
6. Observa
la naturaleza: Sal a caminar, siente el sol en tu piel y escucha los sonidos de
la naturaleza.
7. Conecta
con los demás: Cultiva relaciones auténticas y presta atención a las
necesidades de los demás.
8. Practica
la gratitud: Agradece las cosas buenas de tu vida.
9. Acepta
la incertidumbre: La vida está llena de cambios. Aprende a aceptar lo que no
puedes controlar.
10. Sé
amable contigo mismo: Trátate con la misma compasión que tratarías a un amigo.
Observarás con el tiempo y su repetición los beneficios de
ser más consciente, como:
·
Reducción del estrés y la ansiedad: Al estar
presente en el momento, te desconectas de preocupaciones futuras y pensamientos
negativos.
·
Mejora de las relaciones: La conciencia plena te
permite comunicarte de manera más efectiva y empatizar con los demás.
·
Mayor creatividad: Al estar más conectado con tu
interior, puedes acceder a nuevas ideas y perspectivas.
·
Aumento de la felicidad: La gratitud y la
aceptación te ayudan a apreciar los momentos simples de la vida.
·
Mejor toma de decisiones: Al estar más presente,
puedes tomar decisiones más conscientes y alineadas con tus valores.
Recuerda: Ser más consciente es un viaje, no un destino.
La práctica constante es clave para desarrollar esta habilidad.
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